Perfumaría la vida con la agitación de una congoja
aunque ella no quiere asentir a ese aliento desbocado,
ciego filo que no sabe donde hundirse
y penetra el espacio de lo visionario
de ese enemigo que cuaja sobre la faz de un delirio.
Se adhirió a mi piel lo incomprensible y
esos nudos que el mundo fue interconectando
en su historia se han convertido en hierros candentes.
Alertas de una sinrazón, hay gritos que la noche guarda en sus entrañas,
que luego son murmullos de un insano acomodo.
Tal vez en la mañana perfumaré la vida con el olor del mar sobre mi cuerpo.

Olga Sain .
©Derechos Reservados



Comentarios