Si dejo de llamarte no me busques
me habré marchado muy lejos, dentro de mí misma,
a la liturgia olvidada en las ruinas de algún templo,
a los susurros que el aire ha de tomar como pentagrama
de su ensayo.
Si dejo de llamarte deja un beso en el espejo para que yo lo recoja
cuando llegue la noche y tal vez te sueñe,
o te piense desde hebras de la memoria descosidas en un descuido.
En las gradas del anfiteatro esperaré el final de la historia,
aunque nunca comience la narrativa de la soledad.
Soledad: te acuno en mis brazos donde algunas despedidas todavía se inquietan.

Si dejo de llamarte ...

Olga Sain .
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