Escondo las siglas de una llamada.
Todavía queda tiempo para pulir lo irremediable.
-El témpano de un soplo que nunca se cansa- .
En las trincheras se asientan las flores de lavanda
dimitiendo su reyerta entre espigas y amapolas.
Agrego mi voz al viento, hermano del grito prohibido,
acude con su donaire y parece que anuda
la ira y la templanza en su fluir hacia las cumbres.
La roca más alta señala la ermita,
aquella donde la tempestad marcó hendiduras por el rayo
que atravesó su cruz, como campanada de dioses.
Poco a poco voy desmantelando el crujir de mis huesos;
desfallecen en el corredor de la escasez el
manifiesto y la herencia de esa nada que promete
el universo para un descanso.
Islas donde el mar se despeina cuando corteja al ocaso.
Olga Sain .
©Derechos Reservados
-El témpano de un soplo que nunca se cansa- .
En las trincheras se asientan las flores de lavanda
dimitiendo su reyerta entre espigas y amapolas.
Agrego mi voz al viento, hermano del grito prohibido,
acude con su donaire y parece que anuda
la ira y la templanza en su fluir hacia las cumbres.
La roca más alta señala la ermita,
aquella donde la tempestad marcó hendiduras por el rayo
que atravesó su cruz, como campanada de dioses.
Poco a poco voy desmantelando el crujir de mis huesos;
desfallecen en el corredor de la escasez el
manifiesto y la herencia de esa nada que promete
el universo para un descanso.
Islas donde el mar se despeina cuando corteja al ocaso.
Olga Sain .
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