Aletean mis brazos despacio, muy despacio...
como alas de cisne en su último canto.
Solo es un llanto sin lágrimas,
un ensayo, para darle alimento
al día que quiere caer sobre otros brazos.
Brazos que la madre
dejó a mi lado como una herencia de su regazo.
Brazos que alargó el amor al borde de los bancos,
donde la seducción se vistió de remanso y de hoguera.
Brazos que arrancaron la vida de mi desmayo
en ese oscuro túnel que ahogó el primer llanto.
Los cruzaré sobre mi pecho cuando tiemblen con
las notas de esa canción entre mis manos.
Ellas son la promesa de otros ruegos
cuando caiga la lluvia que regará los campos.
Y mi alma.

Olga Sain .
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