Llovía fuerte.
Caminaba despacio tomando conciencia
de ir construyendo un recuerdo,
de ir armando un momento especial.
Llovía intenso.
Pensaba Intensamente y libre,
como quien no se deja llevar.
Como quien elige.
Como quien sabe de su posibilidad.
Llovía en gris.
Sin reflejos de soles.
Sin nubes blancas, ni luces, ni colores.
Caminaba sintiendo.
Pensando. Dándome espacio.
Recortándome del paisaje que me rodeaba.
Distinguiéndome.
Reconociéndome.
Llovía diferente.
Como pocas veces entre tanta gente.
Como en un concierto de dudas tenues.
Como en el aleteo de algunos verbos.
Querer. Amar. Respetar. Comprender.
Caminaba conjugándolos.
Como en un sueño de ojos abiertos.
Como en un mar incierto
que no deja saber de sus mareas.
A veces bajas. A veces nuevas.
Y algunas veces, tan altas que me marean.
Llovía en este mediodía.
Y veía que el cielo se reflejaba en este suelo.
En ese espacio austero entre charcos.
Como dos borrachos, mis pies andaban de un lado al otro.
Como no queriendo mojarse.
Como esquivando las salpicaduras.
Llovía y yo caminaba despacio.
Como intuyendo un descanso
para todo el ímpetu que vendrá.
Voy creciendo.
Eso es lo mío.
Y lo que me asombra gratamente.
Voy creciendo.
Y así seguirá.
Mientras haya lluvia, regando un te quiero.
Y siga andando sembrando un quizás.

Olga Sain .
©Derechos Reservados



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