Mis palabras quieren ser súplica en un poema
pero yo las retiro al rincón del silencio.
A enfundarse en su hojarasca,
nido que permanece en lo alto de una rama,
cuando el invierno tintinea un temblor sin pausa,
una quietud aterida.
Y sueña,
sueña,
sueña que es espuma que arroja felicidad sobre los tejados,
en los patios escondidos,
en la lentitud que adorna los parques,
en los bancos de la plaza donde la soledad finge romances.
Olvidé los guantes y mi abrigo no tiene bolsillos,
mis palabras se transforman en aliento
para calentar mis manos, para suplir a ese amigo
que inventé en mi infancia para jugar en la escuela.
Aquél que sonreía mientras yo le miraba los ojos,
de un azul que soltaba chispas que se escondían en mi pelo
Si ... tal vez ...
! No lo inventé ¡ Fue realidad.
Pero partió ese niño y se quedó aquél azul en un rincón del recreo
del que yo me ausentaba.
Y al que jamás volví.
Olga Sain .
©Derechos Reservados
A enfundarse en su hojarasca,
nido que permanece en lo alto de una rama,
cuando el invierno tintinea un temblor sin pausa,
una quietud aterida.
Y sueña,
sueña,
sueña que es espuma que arroja felicidad sobre los tejados,
en los patios escondidos,
en la lentitud que adorna los parques,
en los bancos de la plaza donde la soledad finge romances.
Olvidé los guantes y mi abrigo no tiene bolsillos,
mis palabras se transforman en aliento
para calentar mis manos, para suplir a ese amigo
que inventé en mi infancia para jugar en la escuela.
Aquél que sonreía mientras yo le miraba los ojos,
de un azul que soltaba chispas que se escondían en mi pelo
Si ... tal vez ...
! No lo inventé ¡ Fue realidad.
Pero partió ese niño y se quedó aquél azul en un rincón del recreo
del que yo me ausentaba.
Y al que jamás volví.
Olga Sain .
©Derechos Reservados
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