Hay derroteros oxidados, velas en jirones como lianas
que intentan sujetar los vientos.
Como una reja que modula los cielos
y deja que el salto del oleaje cruce su espacio.

Contra el viento, el timón se anuda al ancla,
y ella se sujeta a babor.
Mis manos en el mapa de la vida buscan coordenadas,
aunque la tempestad me arrastre a ninguna parte.

Es un naufragio
con la bondad de un peregrinaje a la tierra prometida
la que busca la piel como sepulcro
para restaurar su existencia al filo del último aliento.

Olga Sain .
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