¿Por qué escribimos?

Porque es nuestra manera de respirar.
Porque conocemos el oxígeno de las letras.
Porque nos alimenta, nos congrega.
Porque con ellas no nos sentimos solos.
Porque donamos parte de lo que somos,
creyendo que se siembra.
Porque deseamos dejar huella,
no por ser ejemplos para otros,
sí, para no perder del todo lo vivido,
lo que hemos atravesado,
ese tramo de destino que quedó desdibujado
y no concluimos.
Porque nos sentimos un poco magos,
bastante locos, de esos que sonríen sin motivos.
O viajan imaginando y tejiendo historias en los colectivos.
Porque nuestra mirada nos habla.
Porque no nos es fácil callarla y necesitamos plasmarla,
en papel, en diarios o en una hoja de calendario.
Porque sabemos de la urgencia del decir, del expresar.
Porque nos sabemos incapaces de retener
esos versos que nacieron solos.
Porque somos de los que nos comemos los codos
tratando de memorizar un soneto que nace.
Y emprendemos el regreso al lecho muchas veces sabiendo
que la madrugada será anticipada
y estará en comunión con el deseo.
Porque somos medio raros o completamente raros.
Y porque queremos, respetamos, amamos las letras.
Y lo que ellas queriendo o no nosotros, nos cuentan.
Porque somos puentes y no barreras.
Por eso tan simple y maravilloso es que escribimos.
Los que lo elegimos.
Y los que, milagrosamente, fuimos elegidos también

Olga Sain .
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