Tristeza: hoy llegas vestida de viento mojado,
de atardecer sin rumbo, de dolor sin motivos.
Una tea apagada sujeta tus manos.
Quisieras demorarte un minuto en la nada
y aún así no me quieres llevar.
Te despides como niebla que cae sobre el suelo yermo,
donde los ojos muerden el desdén del llanto.
Has puesto cadenas
desde mi deseo, al tiempo de mi juventud,
desde mi exilio, al retorno de los abrazos.
Solo quiero cobijarme en un andén abandonado;
aquél donde una despedida era una promesa,
un mañana recobrado.

Olga Sain .
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