Sus ojos eran de diferentes colores,
el izquierdo marrón como el otoño,
el derecho gris como el viento del océano.
Ambos parecían vivos con preguntas que no se podían expresar,
como si no existieran aún las palabras donde encuadrarlas.
Los dos acariciaban mi alma.

Olga Sain .
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