Aquella ebriedad del ser hoy se desvanece
en una interminable pausa...
Quietud del alma que, cansada, entretiene sus encargos con
la complicidad del olvido.
Martillea en las sienes la intermitencia de una alarma
como confusos pasos de una danza.
Y se agota mi pecho en el esfuerzo por ser consciente de su respiración.
Si, todavía vivo o existo o soy.
Aunque se han ido desencajando los hilos de la conciencia
vagan inertes arrancando delirios a esos huecos donde la niñez quiso esconderse:
En el regazo de esperas imposibles todavía aguarda
y, cuando me acerco, oculta su nido con hojas secas
para que no la distraiga con el tejido de
acero que llevo anudado a mi piel.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Quietud del alma que, cansada, entretiene sus encargos con
la complicidad del olvido.
Martillea en las sienes la intermitencia de una alarma
como confusos pasos de una danza.
Y se agota mi pecho en el esfuerzo por ser consciente de su respiración.
Si, todavía vivo o existo o soy.
Aunque se han ido desencajando los hilos de la conciencia
vagan inertes arrancando delirios a esos huecos donde la niñez quiso esconderse:
En el regazo de esperas imposibles todavía aguarda
y, cuando me acerco, oculta su nido con hojas secas
para que no la distraiga con el tejido de
acero que llevo anudado a mi piel.
Olga Maria Sain
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