No queda más tela que rasgar con fuerzas en el emblema.
El viento mueve jirones y el dolor extrae los hilos
con cuidado para no desordenar su empeño.
Deja ya amigo caer el brazo cansado y dolorido,
subamos a las torres, a los altos edificios.
Allá el grito muerde horizontes con el lema que repite
aunque tal vez emigre al cartel de su disfonía.
También las quimeras son lianas para enlazar al cielo,
fraternidad de soledades; el honor como justicia
para un destierro de cotidiana miseria, de rutina perforada,
de alabanzas que se mueven como ciegos filos sin rumbo.
Dejaré caer -un instante- mi puño sobre la nada,
mi alma en su embargo, mi cordura en los dioses.
Sigue tú, que llevas fuego en la mirada y pasión en tu embestida.
Mañana... logros, renuncias y tal vez, la victoria.
Oscila el destino en la balanza de una locura.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
El viento mueve jirones y el dolor extrae los hilos
con cuidado para no desordenar su empeño.
Deja ya amigo caer el brazo cansado y dolorido,
subamos a las torres, a los altos edificios.
Allá el grito muerde horizontes con el lema que repite
aunque tal vez emigre al cartel de su disfonía.
También las quimeras son lianas para enlazar al cielo,
fraternidad de soledades; el honor como justicia
para un destierro de cotidiana miseria, de rutina perforada,
de alabanzas que se mueven como ciegos filos sin rumbo.
Dejaré caer -un instante- mi puño sobre la nada,
mi alma en su embargo, mi cordura en los dioses.
Sigue tú, que llevas fuego en la mirada y pasión en tu embestida.
Mañana... logros, renuncias y tal vez, la victoria.
Oscila el destino en la balanza de una locura.
Olga Maria Sain
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