Entrada al cielo.
Donde los párpados se abren
al nombrarte y encontrarnos.
Donde el silencio se hace gemido y el sol un latido
que se repite incesante.
Donde el milagro se hace sabor, aroma
y un dulce secreto asoma por nuestra sangre.
Allí donde alcanzarte es hallarme.
Y despertarme, un éxtasis de luz y alarde de sentidos.
Donde te nombro mío y me declaro libre eligiéndote.
Allí donde no hay miedo ni historia ni futuro cierto y vehemente.
En ese instante fecundo de ser uno en el universo,
descubro que somos nosotros los que estamos
cruzando el umbral del cielo.

Olga Maria Sain
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