He de reaprender a vivir y el empeño se demora en una encrucijada.
Los caminos se entrecruzan, algunos parecen nuevos trazados y a otros ya los recorrí.
Dejo mi carga en la orilla porque quiero alas que me eleven.
Es un sueño, lo sé. Es mi derecho a soñar aunque no convoque a la cordura.
Me despeino con el viento, dejo que mi ropa se hunda en las aguas del río.
Me anudaré al cuello una capa de humo
que suelte las brasas de los restos de una hoguera,
mis pies desnudos se calzarán con el color azul de mi paleta,
con esas sombras que trazan las hojas de los árboles sobre el suelo.
Reaprenderé a vivir recostada sobre una piedra,
ensayando una tumba vacía y acudirán desconocidos
a dejar sus ramos, sus flores de despedida.
Es un sueño, lo sé, de mi mente afiebrada,
una invención de mis pupilas,
cuando miran dentro de otra historia:
La que quise explorar de otros mundos,
de aquellos libros de cuentos de la infancia.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Dejo mi carga en la orilla porque quiero alas que me eleven.
Es un sueño, lo sé. Es mi derecho a soñar aunque no convoque a la cordura.
Me despeino con el viento, dejo que mi ropa se hunda en las aguas del río.
Me anudaré al cuello una capa de humo
que suelte las brasas de los restos de una hoguera,
mis pies desnudos se calzarán con el color azul de mi paleta,
con esas sombras que trazan las hojas de los árboles sobre el suelo.
Reaprenderé a vivir recostada sobre una piedra,
ensayando una tumba vacía y acudirán desconocidos
a dejar sus ramos, sus flores de despedida.
Es un sueño, lo sé, de mi mente afiebrada,
una invención de mis pupilas,
cuando miran dentro de otra historia:
La que quise explorar de otros mundos,
de aquellos libros de cuentos de la infancia.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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