Voy borrando renglones de mi historia.
El último tren pasa de largo, enmudece la espera, desvía el trayecto.
Dejaré la intención del viaje guardada en la valija
y a ese equipaje en mitad de la orilla.
Y me iré con el viento que ha virado hacia el sur
llevándome de vuelta al hogar que hoy son tan solo muros descascarados,
sin vida, con pintadas en el frente.
Restos de un mueble quebrado por un hacha para encender el fuego...
Una vieja cortina oscura de polvo adorna las ventanas
donde el cristal es sólo un panel de cartón.
Un jarrón en una esquina del piso todavía contiene
unas flores marchitas y el dibujo dejado por el agua al evaporarse.
Un clavo en la pared sostiene el recuerdo de un bello cuadro.
Llega el recuerdo borroso como un vano intento de flotar sobre el vacío,
en el preciso lugar que dejó el espejo, voy contemplando retazos de una vida,
de mi vida que cumplió su destino.
Oigo la monotonía de un tren a mis espaldas.
Un delirio atrapado del que soy viajera de un rumbo equivocado.

Olga Maria Sain
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