Algo cruje madre, algo cruje en la oscuridad.
Un nombre que siempre acude a los labios como un conjuro.
La muerte me abraza y me retiene en el sueño de un espasmo.
Tengo los ojos cerrados. El miedo cercena la voluntad de mis párpados,
el miedo antiguo, que vuelve insolente acariciando mi rostro
aliento helado que quema la piel.
Algo cruje madre, afuera, en la ventana,
en la solitaria calle, desde los tejados.
La temerosa niña me despoja de la madurez un instante.
Lleva remiendos en la capa donde se oculta;
es la tristeza mudando su coraza,
abriendo su caparazón con afilado desdén.
Ella, la que escondió el amor bajo la almohada
para custodiar la esperanza noche tras noche.
Algo cruje madre en el pasillo del hogar,
pero ya no importa, el cansancio me ayuda a dormir…
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
La muerte me abraza y me retiene en el sueño de un espasmo.
Tengo los ojos cerrados. El miedo cercena la voluntad de mis párpados,
el miedo antiguo, que vuelve insolente acariciando mi rostro
aliento helado que quema la piel.
Algo cruje madre, afuera, en la ventana,
en la solitaria calle, desde los tejados.
La temerosa niña me despoja de la madurez un instante.
Lleva remiendos en la capa donde se oculta;
es la tristeza mudando su coraza,
abriendo su caparazón con afilado desdén.
Ella, la que escondió el amor bajo la almohada
para custodiar la esperanza noche tras noche.
Algo cruje madre en el pasillo del hogar,
pero ya no importa, el cansancio me ayuda a dormir…
Olga Maria Sain
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