Existe un silencio que se forja como el hierro,
un lugar donde resguardarse con el calor de una ausencia,
con una mirada que interroga al rigor de los tiempos.
Cuando atiendo su susurro, esa hondonada en donde respira
la bruma, envuelve un extraño laberinto,
pequeños surtidores, juncos que se balancean;
la luz se filtra en los setos como un retorno a la levedad.
Lo fluctuante se hizo mueca, metáfora de una lágrima
y rechaza acurrucarse una vez más entre mis brazos.
llenos de heridas y caen como deseo que muere en mi propia supervivencia.
Todo ha cambiado de pronto y se ha conmocionado,
haciendo temblar el alma mientras solamente oscilan los vientos.
Tan sutil fue la caricia, tan hondo el mutismo que se hizo abismo.
Iré sujetando esos espasmos que seducen desde el dolor.
(El ayer muerde con saña)
Hoy protejo mi piel con el guardián de una leyenda
y conmigo, acurrucada, va la estela lentamente
desapareciendo detrás del destello de un abandono
que se pliega a todos los silencios.

Olga Maria Sain
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