En ocasiones soy simplemente, el agua que corre por el muro,
que cae sin rumbo y termina en el suelo
sin más ansias que recorrerlo y recorrerme,
de reconocerme y comenzar de nuevo.
A veces, soy ese aire fuerte, contundente, rotundo,
un viento que entra fecundo en mis propias entrañas
perturbando los sueños que ansío, que quiero míos y que duelen.
Otras veces soy ese temple necesario, fuerte, siempre presente.
O la magia en ciernes, callada, siempre latiendo.
De noche, de madrugada, en la mañana cuando te llamo
y veo que sigo ausente, como viviendo en otro tiempo,
en otro deseo, en otras espaldas.
A veces, si tú me lees bien lo sabes, me pierdo.
Me enajeno de mis propios cielos y me embebo con su lluvia encantada.
Te traigo conmigo y jamás te devuelvo.
Pero otras veces, ya no mojada, con los pies en el suelo,
ya de realidad seca, me llevo a mi pecho,
seco dos lágrimas y solo intento dormir.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
sin más ansias que recorrerlo y recorrerme,
de reconocerme y comenzar de nuevo.
A veces, soy ese aire fuerte, contundente, rotundo,
un viento que entra fecundo en mis propias entrañas
perturbando los sueños que ansío, que quiero míos y que duelen.
Otras veces soy ese temple necesario, fuerte, siempre presente.
O la magia en ciernes, callada, siempre latiendo.
De noche, de madrugada, en la mañana cuando te llamo
y veo que sigo ausente, como viviendo en otro tiempo,
en otro deseo, en otras espaldas.
A veces, si tú me lees bien lo sabes, me pierdo.
Me enajeno de mis propios cielos y me embebo con su lluvia encantada.
Te traigo conmigo y jamás te devuelvo.
Pero otras veces, ya no mojada, con los pies en el suelo,
ya de realidad seca, me llevo a mi pecho,
seco dos lágrimas y solo intento dormir.
Olga Maria Sain
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