Ha regresado desde las orillas con la humedad en su ser,
ella inquietante, es vestal de exilios,
un filo sobre el aire y el aire como un rayo.
Se desnuda, magnetizada de deseo a la tibia luz de un fósforo;
se desnuda de la piel y la cordura
bajo el lino de su túnica áspera de viejo polvo, de desandados caminos.
Se desnuda ante el espejo pintado sobre el muro con otra imagen,
apenas un esbozo, un tallo sin flor y un pétalo en el sueño que va perturbando melancolías.
Ella, la que anuda el yugo sobre su cuello en la abundancia,
pasa a ser pertenencia de un dolor abatido en las trincheras
cohabitando con el hedor de la muerte en un éxtasis
donde la lealtad calza con viejas botas el cansancio de sus pies.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
un filo sobre el aire y el aire como un rayo.
Se desnuda, magnetizada de deseo a la tibia luz de un fósforo;
se desnuda de la piel y la cordura
bajo el lino de su túnica áspera de viejo polvo, de desandados caminos.
Se desnuda ante el espejo pintado sobre el muro con otra imagen,
apenas un esbozo, un tallo sin flor y un pétalo en el sueño que va perturbando melancolías.
Ella, la que anuda el yugo sobre su cuello en la abundancia,
pasa a ser pertenencia de un dolor abatido en las trincheras
cohabitando con el hedor de la muerte en un éxtasis
donde la lealtad calza con viejas botas el cansancio de sus pies.
Olga Maria Sain
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