Nada de lo que hoy soy, sería sin lo que he sido.
Sin cada desafío, sin cada dolor, sin haber conocido la derrota, sin haber logrado vencer.
Sin aquella partida, las vergüenzas sensatas, los pudores sin razón.
Sin el cielo prometido, el consejo desoído o esos razonamientos rumiados miles de veces.
Sin los temores que albergué y los que albergo,
sin el encuentro que no esperé y entonces no fue.
Sin la desazón, el desasosiego, sin la expresión de mis deseos.
Sin los silencios y el color quebrado de mi voz,
los altibajos, los destellos de alegría, las decepciones y las caricias bienvenidas.
Sin los ruidos internos, los silencios no queridos, los desencuentros,
los vuelos y los pasos inermes.
Nada de lo que soy, absolutamente nada, sería sin lo que he sido.
Por ello, creo que esto en lo que me reconozco
es el prolegómeno de lo que seré mañana.
Forjada y formada por estas circunstancias y las que vendrán.
Mujer en pie y fortalecida sabiendo que debo alcanzar pequeños logros.
El primero es reconocerme y aceptarme como soy.
Como cada mañana necesita de la noche, la madrugada y el alba.

Olga Maria Sain
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