Nuestro encuentro, mar embravecido,
fue de gritos de viento, torrentes de deseos,
pasajeros invadiendo las costas inundándolas
con rabia, con sudor, cuerpo con cuerpo.
Nosotros no somos y nunca seremos
la paz y el silencio, aún en la calma.
La brisa dulce llega, nos mira y luego pasa.

Olga Maria Sain
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