Te vas y te me pierdes vida mía
en la ciudad roja de los perros sensuales,
convexos por arriba de los ríos que el viento quemó
cual bailarines de metal que se sacuden
apasionados y vehementes ante el sol.

Un ave se despluma, profundo es
el abismo en el que te soñé.
Del mar permanece un aliento púrpura,
blancos son sus vestigios ahora en mi memoria.

La brisa marina desolada inclinó el cristal del amor
con una pluma gris decoró el desencanto:
Soledad en mis manos.
Atesoro en mi limbo el perfume de rosas ya lejanas
y del ave que, sola, ya no vuela.

Olga Maria Sain
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