Una copa vacía en mis manos y burbujas en el corazón para un brindis, ebriedad de una ráfaga.
De mi soledad al murmullo incognoscible de alrededor,
tal vez al espejo donde me contemplo de espaldas.
Un brindis por el vacío de la copa y su sabor amargo.
Láudano de ilusiones que muerden restos de un naufragio entre las olas y se alientan con las nubes
que tocan el horizonte simulando velas desplegadas.
Me sonrío al discurso que todavía no he comenzado,
un breve soliloquio, un aforismo de locura que ahuyenta a los convidados.
Esos que no invité.
Tan solo envié una reseña, un epitafio al azar de cualquier palabra.
! Incoherencia de un protocolo ¡
Ellos en la puerta del templo para llorar un sepelio,
yo en la carcajada velada de ser ácido en la muerte.
Delirante sopor que me permite ternuras de magia
en el guiño burbujeante de la copa vacía.
Luego la lanzaré sobre el espejo antes de despedirme.
Despedirme ¿De quién?
Mañana me lo dirán los fragmentos de mi reflejo sobre los rotos cristales.

Olga Maria Sain
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