Abro mi pecho a este grito que nace,
que sé no escucharas como antes
pues es callado, es mudo.
Está lleno de pedidos, de ruegos,
de maldiciones y de ascuas ardiendo
que corren a tu encuentro,
pero nunca te rozan, ni te tocan,
ni siquiera se acercan demasiado.
Se detienen un segundo a la altura
de tus ojos antes de abrazarte,
mirándote extrañados,
adivinándote en todo para
volver al punto de partida
y abrazarme por dentro,
descubriendo mi razón y mi conciencia,
para volverme lluvia de cenizas
en un clamor de fuego
que nunca podrás escuchar de mi boca,
que se queda muda al tener que negarte.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
pues es callado, es mudo.
Está lleno de pedidos, de ruegos,
de maldiciones y de ascuas ardiendo
que corren a tu encuentro,
pero nunca te rozan, ni te tocan,
ni siquiera se acercan demasiado.
Se detienen un segundo a la altura
de tus ojos antes de abrazarte,
mirándote extrañados,
adivinándote en todo para
volver al punto de partida
y abrazarme por dentro,
descubriendo mi razón y mi conciencia,
para volverme lluvia de cenizas
en un clamor de fuego
que nunca podrás escuchar de mi boca,
que se queda muda al tener que negarte.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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