Es tiempo para una introspección en el invernadero de mi esperanza.
Flores pintadas sobre el cristal de su armazón, el olor a esmalte,
un ramillete cortado.
Toda esa ilusión esperanzada entre las manos
la ofrezco y quien la acepte será hermano en mis altibajos.
Llevo tatuada la austeridad alrededor de mis labios
de un beso que no se entregó.
Tengo escrita en mi túnica la renuncia de aquello que hace tiempo
me fue arrebatado, ese adiós no deseado en su intención de ser
espera en el páramo, búsqueda que quedó varada en las dunas del desierto.
Y ahora…
El yugo de un estigma, algo para apuntalar el bies del día.
Demasiadas palabras para entretener el solitario deambular de mi sombra.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
un ramillete cortado.
Toda esa ilusión esperanzada entre las manos
la ofrezco y quien la acepte será hermano en mis altibajos.
Llevo tatuada la austeridad alrededor de mis labios
de un beso que no se entregó.
Tengo escrita en mi túnica la renuncia de aquello que hace tiempo
me fue arrebatado, ese adiós no deseado en su intención de ser
espera en el páramo, búsqueda que quedó varada en las dunas del desierto.
Y ahora…
El yugo de un estigma, algo para apuntalar el bies del día.
Demasiadas palabras para entretener el solitario deambular de mi sombra.
Olga Maria Sain
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