Si pudiese decir: 
Déjame marchar a la ausencia de los latidos
con el escondido gesto de un saludo, de un adiós.
Las capas de luna inmóvil con sus reflejos, será el lugar para esconderme sobre las aguas
Ser una con la nada, abandono de la tormenta de mi sangre,
murmullo del amor que a veces es grito dentro de su templanza.
Visto de noche eterna para no acostumbrarme a la muerte, a la vida, a la lucha y a la rendición.
El sudor baja por mi frente como donación a mi somnolencia obstinada.
Dejo caer entonces la voluntad como entrega a un sacrificio.
Anudo mis manos al aire, su firmeza claudica y temblorosas
trazan sombras de pétalos para mis desnudos pies.

Olga Maria Sain
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