Estoy aquí sentada y miro el agujero atroz que me comunica con el mundo, sin ganas de hablar, tan solo esperando que vengas o no. Ambiguas razones que solo me dejan ver por el diminuto orificio un haz de luz.
A veces me miro, me busco, me llevo, me ubico, me transporto o me quedo aquí quieta mirando.
No opino, no hablo, no parpadeo, no abro los ojos, pero lo siento como si lo viera, como si mi ser fuera ese agujero, quizás viva en él y no comprendo por qué está el sol en mi y no la sombría y lúgubre noche que me apacigua, me acuna, me duerme, me anestesia, me mantiene cerrada.
Tal vez no sea yo la que esté mirando, la que opine despierta, solo soy un trozo de cartón maquillado para no morir.
La fealdad se aplica a ésta figura de mujer rompiendo, corroyendo, juntando residuos, basuras para alimentar mi cuerpo que yace viejo, arrinconado y los ojos, los míos, mirando ese infernal agujero que es el mundo desde donde me llaman las banalidades externas a través de ese orificio fastidioso, acartonado y vil.
Por eso es que vivo desnuda, con los cabellos al viento dejando que la marea lunar negra y lenta me lleve al cielo una y otra vez
Nunca sabré si mis sueños, mis recuerdos, mis anhelos, mis besos, mis vuelos se han marchado o siguen vigentes y fragantes.

La silueta de mujer sola y débil se acomoda feliz de que la dejen en paz.

Olga Maria Sain
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