Nunca olvides el lugar ignoto para todos, querido por nosotros
y recuerda el brillo de las luces que encendió nuestros cuerpos.
Luego mi beso, tus silencios como pesados bloques, la lluvia,
el torrente de sangre sollozando al amor lo que no habría de darle.
Quisimos ser el todo y solo fuimos algo en la despedida
sin trinos, sin adioses, sin estrellas.
No recuerdo quien soy.
No me recuerdo.
Hoy el olvido crece agigantando el eco desgarrado de mi voz.
Y tú tampoco me recuerdas.

Olga Maria Sain
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