Tengo manos temblorosas que se ofrecen con la fuerza quebrada,
calientes por la entrega de lo que no puedo sostener.
Una mirada que cae a veces muy lejos, allá, detrás del horizonte
intentando hacer nido en la rama más alta de un viejo pino.
Un antiguo cansancio se acurruca en el regazo del suave murmullo
del agua en el surtidor y cuenta viejas historias en sus breves despertares cuando la luz desenfunda su apacible letargo.

Tengo sueños que se extinguieron ensimismados en la melancolía,
en su enigmática luz; lealtad sin condiciones, sin metas ni acuerdos.
Sueños, resabios del amor.

Se van escarchando las flores que recogí ayer con lágrimas tibias, enfriándose gota a gota para calmar la fiebre que enciende mi piel.
Tengo apenas unas migajas de secos pétalos, de espinas desgastadas,
y mi sangre en su savia nutriendo la sedienta tierra.
Mujer - vientre de madre, todavía, eres una emoción que permanece.

Olga Maria Sain
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