Algo enmudece a gritos en mis entrañas. En derredor ecos de niebla.
Hago que mis sentidos se agudicen. Las palabras se inutilizan al querer brotar, las sensaciones decrecen en un mutismo,
el sendero se torna angosto hasta ser grieta por su abandono
y por desertar del paso que me precede insaciable al borde del acantilado.
Le hago un tajo a la muerte, otro a la vida y el último a la resignación
mientras mi cuello se desangra, como si se derramase
en un surtidor de transparencias para sentir la insaciable sed
de ser nuevamente el eterno retorno de sequías y ríos.
Fugaces son las pausas donde abandono mi travesía,
austero el hambre, el sueño siempre vigía en las ruinas de la torre que deja caer piedra por piedra a la que fue su fortaleza.
Ya no hay grietas, solo intemperie en los espacios,
Un humear de brumas que descienden como señuelos de trincheras.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
el sendero se torna angosto hasta ser grieta por su abandono
y por desertar del paso que me precede insaciable al borde del acantilado.
Le hago un tajo a la muerte, otro a la vida y el último a la resignación
mientras mi cuello se desangra, como si se derramase
en un surtidor de transparencias para sentir la insaciable sed
de ser nuevamente el eterno retorno de sequías y ríos.
Fugaces son las pausas donde abandono mi travesía,
austero el hambre, el sueño siempre vigía en las ruinas de la torre que deja caer piedra por piedra a la que fue su fortaleza.
Ya no hay grietas, solo intemperie en los espacios,
Un humear de brumas que descienden como señuelos de trincheras.
Olga Maria Sain
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