Languidecía en torno una infinita calma
cuando salí de viaje por los reinos de mi alma
Borracha en sus lindes, ebria de olor a primavera
vi enmarañarse audaz una tupida enredadera,
mientras que, unas flores grandes y muy rojas
salpicaban audaces la sombra de sus hojas.

Volaban lentas brisas con un rítmico vuelo
alegres bajo la honda serenidad del cielo
y la canción dichosa de los pájaros iba
cruzando entre las frondas, ingenua y fugitiva.

Bellos están -me dije- mis reinos interiores
con sus aves, sus brisas, sus árboles, sus flores.
( Y es que ignoré que el alma, santuario de misterios
empieza con jardines como los cementerios)

Y seguí por mis reinos. Una monotonía
mortal se dilataba con la melancolía
de la nieve que cae y del viento que zumba.
Ignoraba que el alma guardara tanto frío;
ahora ya me explico de una manera breve
porque me siento vieja que parezco de nieve.
Comprendo también los duros desengaños
el peso de los días, la sombra de los años.

Hoy entendí el motivo de la oscura caverna:
En una noche oscura bajé hasta el fondo infinito
del alma reinando en ella una profunda calma,
llame a mi amado con voz terrible. Y él
emergió en la penumbra con su bondad
de estrella que yo no supe ver.

La mirada siniestra en mis ojos lucía
una chispa perversa, celos, rabia, locura
entonces en lo negro del recuerdo, en la hondura
del dolor, en lo hosco de la vida, en lo helado
del alma, le dí muerte al amor, desesperada.
Y por aquellas sendas sin pájaros ni flores
dejé trágicamente mis reinos interiores.

Olga Maria Sain
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