¿Me sigues? Así bailarina en una síncopa que se arpegia...
Quiero dejar tu nombre detrás del escenario,
tu nombre de bautismo, tu nombre de personaje,
mi nombre en ese tú, a solas conmigo,
y yo ausente en un extraño incógnito que se muestra con desnudez.
Deja sin planchar las arrugas de tu falda,
sin abotonar la camisa floreada,
deja tu cabello cortado a oscuras ayer,
desordenado y teñido de color azafrán.
Deja sueltos los cordones de los zapatos, no importa que tropieces
esa es la danza desordenada, juguetona, temeraria.
Ponte los guantes de seda aunque tengan agujeros,
y una cadena de esos abalorios que consigues en las esquinas.
Hoy es tu fiesta en el pórtico del cementerio.
Recoge la primera flor que encuentres aunque esté marchita,
aunque su aroma se haya mezclado con el incienso de un homenaje,
enrédala en la pequeña trenza que ajustaste con orquillas.
Llueve, cae el tinte de tu pelo sobre tu blanco cuello,
sobre mi piel acalorada; -tú eres yo, a veces lo olvido -
bailamos juntas y tropezamos con los cordones de los zapatos.
He decido dejarlos al borde de un nicho vacío
y seguir descalza toda la noche hasta que el amanecer
me obligue a dormir entre los árboles.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
tu nombre de bautismo, tu nombre de personaje,
mi nombre en ese tú, a solas conmigo,
y yo ausente en un extraño incógnito que se muestra con desnudez.
Deja sin planchar las arrugas de tu falda,
sin abotonar la camisa floreada,
deja tu cabello cortado a oscuras ayer,
desordenado y teñido de color azafrán.
Deja sueltos los cordones de los zapatos, no importa que tropieces
esa es la danza desordenada, juguetona, temeraria.
Ponte los guantes de seda aunque tengan agujeros,
y una cadena de esos abalorios que consigues en las esquinas.
Hoy es tu fiesta en el pórtico del cementerio.
Recoge la primera flor que encuentres aunque esté marchita,
aunque su aroma se haya mezclado con el incienso de un homenaje,
enrédala en la pequeña trenza que ajustaste con orquillas.
Llueve, cae el tinte de tu pelo sobre tu blanco cuello,
sobre mi piel acalorada; -tú eres yo, a veces lo olvido -
bailamos juntas y tropezamos con los cordones de los zapatos.
He decido dejarlos al borde de un nicho vacío
y seguir descalza toda la noche hasta que el amanecer
me obligue a dormir entre los árboles.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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