Amiga
no sueltes mi mano no,
hoy no,
aunque te haya inventado
desde un mosaico de recuerdos
esos que se distancian
de los bordes de mi presencia.
No quiero ponerte un nombre,
quizá hermana.
Hermana de la vida,
de la muerte,
del sueño,
de las fronteras,
de una fábula que tiembla sin sentido
entre mojadas ascuas.
No son mis lágrimas
es el sudor del viento
sobre mi cabeza,
en mi pecho,
con un mensaje tardío
aunque lo haya inventado.
No abriré el sobre ahora,
lo haré mañana
en la placidez
de la muerte,
un minuto antes
de ese minuto tangible en su interior,
hasta que se disperse
en las huellas de las nubes.
Amiga
no sueltes mi mano
aunque ya no esté.
Seguiré en su calor y apoyo,
desde la nebulosa
que desangra blancos vacíos
en la cruz ignota de algún camino.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
hoy no,
aunque te haya inventado
desde un mosaico de recuerdos
esos que se distancian
de los bordes de mi presencia.
No quiero ponerte un nombre,
quizá hermana.
Hermana de la vida,
de la muerte,
del sueño,
de las fronteras,
de una fábula que tiembla sin sentido
entre mojadas ascuas.
No son mis lágrimas
es el sudor del viento
sobre mi cabeza,
en mi pecho,
con un mensaje tardío
aunque lo haya inventado.
No abriré el sobre ahora,
lo haré mañana
en la placidez
de la muerte,
un minuto antes
de ese minuto tangible en su interior,
hasta que se disperse
en las huellas de las nubes.
Amiga
no sueltes mi mano
aunque ya no esté.
Seguiré en su calor y apoyo,
desde la nebulosa
que desangra blancos vacíos
en la cruz ignota de algún camino.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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