Cuando es inútil la palabra en el grito,
el desgarro en el gesto, el clamor en la alarma
vuelvo a los ruegos del silencio,
al conjuro de la taumaturgia,
a la abnegación como exorcismo:
Una cita con la idea de la muerte
en un vano intento de escarchar las brasas.
Ellas se afanan en buscar los vientos que las aviven
para retornar su lengua entre las ruinas
en los viejos troncos, en la seca maleza.
Se va tiznando también la bruma sobre el humo que se evade
y entrecortados bucles al azar de una liviana danza se vislumbran.
La soledad cruje.
Se rompe sobre sí misma.
Clama al cielo y a su fuente, rompe la custodia de su templanza,
levanta de nuevo su choza al borde del barranco
buscando musgo en los huecos de las desnudas rocas.
Un manto de musgo donde reclinarse para tejer la herencia de la sobriedad.

Olga Maria Sain
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