Desalojo al amor un instante,
dejo su hueco para contemplarlo, parece vacío pero no,
es un continente que intenta plegarse en su inexistencia,
flor como agua, transparencia que se evapora lentamente en el tiempo.
Solicita un himno a su muerte,
sí, muerte engendrada por la vida,
vida nutrida por la muerte,
limo de silencios, germen de inmensidades.
Y ahora que su mudez me recorre las entrañas,
le pregunto sin insistencia, casi con un seglar atavismo,
interrogo con afirmaciones que resbalan en mis manos
por el polvo que dejó la lluvia al evaporarse.
Un nudo deshilachado de madejas que tejía ayer,
habita en mis ojos como mensajes de un horizonte quieto,
sujetando cielos tal vez, esos cielos mudables donde pude diluirme.
Ahora, doy las espaldas a ese horizonte para que mis ojos cerrados
descansen en sus bosques, en la intimidad del aire que atempera su frío
sobre mi piel, donde el amor va desatendiendo su anhelo de quimeras.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
es un continente que intenta plegarse en su inexistencia,
flor como agua, transparencia que se evapora lentamente en el tiempo.
Solicita un himno a su muerte,
sí, muerte engendrada por la vida,
vida nutrida por la muerte,
limo de silencios, germen de inmensidades.
Y ahora que su mudez me recorre las entrañas,
le pregunto sin insistencia, casi con un seglar atavismo,
interrogo con afirmaciones que resbalan en mis manos
por el polvo que dejó la lluvia al evaporarse.
Un nudo deshilachado de madejas que tejía ayer,
habita en mis ojos como mensajes de un horizonte quieto,
sujetando cielos tal vez, esos cielos mudables donde pude diluirme.
Ahora, doy las espaldas a ese horizonte para que mis ojos cerrados
descansen en sus bosques, en la intimidad del aire que atempera su frío
sobre mi piel, donde el amor va desatendiendo su anhelo de quimeras.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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