Lágrimas que son de nadie aunque resbalen de tus ojos.
¿Hay sitio al que puedas pertenecer?
Quizás, pero tu pensamiento vaga de distancia en distancia,
desde la soledad a la vigilia, al sueño interrumpido,
desde el olvido al cauce sin agua.
Aunque la oración de tus labios -sin palabras - se repite fatigada,
solo las tres primeras palabras y una pausa para ser dueña de tu esencia.
El chal de la miseria apenas te tapa pero calienta como una muerte
que ya cubre tus espaldas;
madre-muerte, ella tiene un aliento de soles de primavera, de noches de verano...
Y se apoya un minuto en tus hombros buscando el refugio de lo sagrado.
Tiembla la vida en los contornos de la desnuda celosía
de las ramas del parque.
Suenan las campanas al compás de la lluvia, una vez, dos, tres.
Hasta cubrirse con el silencio de la eternidad.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Quizás, pero tu pensamiento vaga de distancia en distancia,
desde la soledad a la vigilia, al sueño interrumpido,
desde el olvido al cauce sin agua.
Aunque la oración de tus labios -sin palabras - se repite fatigada,
solo las tres primeras palabras y una pausa para ser dueña de tu esencia.
El chal de la miseria apenas te tapa pero calienta como una muerte
que ya cubre tus espaldas;
madre-muerte, ella tiene un aliento de soles de primavera, de noches de verano...
Y se apoya un minuto en tus hombros buscando el refugio de lo sagrado.
Tiembla la vida en los contornos de la desnuda celosía
de las ramas del parque.
Suenan las campanas al compás de la lluvia, una vez, dos, tres.
Hasta cubrirse con el silencio de la eternidad.
Olga Maria Sain
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