Vidrieras sobre el suelo y en el vuelo de las alondras,
su canto como saludo.
Ebriedad de ser sin forma definida de un embarque temprano,
antes de marcar el día que ya prepara lentamente su traje de noche.
Hoy tiene una celebración concedida por el azar,
por la fina lluvia que evapora la claridad.
Me despido del espejismo que quedó atrapado en los umbrales que hoy duermen para soñar
otros piropos,
otras leyendas,
otro universo.
Vuelve primavera y murmura el lugar donde acamparás…
Tengo vacía la mochila de pesos muertos y olvidé en su fondo algunas ilusiones que llaman con insistencia.
Pero solo quiero su silencio,
su despedida,
su disolución.
La dejaré en un hueco entre rocas al abrigo de la intemperie.
Y seguiré el camino con el equipaje de la levedad,
apenas un pañuelo para el cansancio de mis ojos,
para esas lágrimas que llegan sin avisar
quedándose entre mis pestañas cuando llega la noche
y duerma en un rincón solitario.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Ebriedad de ser sin forma definida de un embarque temprano,
antes de marcar el día que ya prepara lentamente su traje de noche.
Hoy tiene una celebración concedida por el azar,
por la fina lluvia que evapora la claridad.
Me despido del espejismo que quedó atrapado en los umbrales que hoy duermen para soñar
otros piropos,
otras leyendas,
otro universo.
Vuelve primavera y murmura el lugar donde acamparás…
Tengo vacía la mochila de pesos muertos y olvidé en su fondo algunas ilusiones que llaman con insistencia.
Pero solo quiero su silencio,
su despedida,
su disolución.
La dejaré en un hueco entre rocas al abrigo de la intemperie.
Y seguiré el camino con el equipaje de la levedad,
apenas un pañuelo para el cansancio de mis ojos,
para esas lágrimas que llegan sin avisar
quedándose entre mis pestañas cuando llega la noche
y duerma en un rincón solitario.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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