Cuando le preguntaban cómo estaba
siempre respondía que bien.
Y detrás de esa palabra guardaba su mundo,
dominado por las inclemencias emocionales del tiempo.
La niebla, el viento, la lluvia, calor, luz
se turnaban para raras jornadas de sol y de sombras.
Ella estaba hecha así, prefería regalar sonrisas
en lugar de dar explicaciones.
Todos creían que era una persona extrañamente alegre
porque sonreía mucho a los demás.
Y casi nunca a ella misma.

Olga Maria Sain
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