Es difícil en este final decir cuánto te extraño,
como se hace inmensa tu falta,
ahora que me he perdido entre gente distinta,
entre correas oscuras, sin divinidades,
sin tu mano que todo lo sostenía.
Tú me crees muy fuerte, de metal,
pero mira bien las huellas que voy dejando,
son las de animal destrozado, de gorrión cansado,
de oruga, de vagabunda hambrienta.
¿No ves cómo me apago si no me amas?
Me seco como una planta.
Ámame todavía un poco, con cuidado, con tiempo,
con tranquilidad de espera no forzada.
Ámame como aman los fuertes espíritus,
sin pretensión, con fuego generoso,
con fiesta, sin razonamiento.
Y lamento estas preguntas que no debieran pedir respuestas,
este necesitar perdonarte, este breve segundo de dolor.
No es digno del pacto que une la golondrina a su nido,
la rosa a su perfume, el vino a su color, tu corazón al mío.

Olga Maria Sain
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