Fluye el tiempo, como un río o como el viento,
pero vuelven juntas las mismas hojas muertas,
mísero prólogo de mis tragedias silenciosas:
es todo un mundo cíclico el mío.
Cíclico y eterno.
Nada se crea y nada se destruye: nos hablan de cómo las cosas mutan, pero nadie ha dicho que también pueden volver
y seguir cavando sobre nuestras pieles frías,
cadavéricas quizás, pero todavía sensibles.
Y así es como yo me sentí corroer, destruir y retroceder hasta la incertidumbre de mis vacíos más osados,
para luego sumir la cara,
quedando nuevamente enterrada dentro de ellos;
porque son mera llama, generadora de niebla y hollín,
dispersa en un abismo ciego sin ningún fondo estable.
¿ Habrá de bastar el vacío para dejarme apagar.?
Fluye el tiempo y las tragedias llegarán finalmente a su epílogo: No florecerán rosas, no habrá aplausos.
Solo sonará un réquiem.

Olga Maria Sain
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