He salido de la órbita de la razón poseída por una profecía que me
ciega por entero con el ojo de la realidad.
Tomé la idea del amor, le he dado piernas,
brazos, miradas brillantes de curiosidades
pensamientos de delicada poesía.
Nunca sabré lo lejos o cerca de la verdad que estuve.
Lo he vivido con dolor, llanto, encanto, gozo.
He armado su apariencia abusando de su propia fuerza.
Insistí en su existencia.
Pero el amor, el bendito amor que se hace llamar con otro nombre,
¿Qué es?
La idea que tengo de ti, la idea de ti que me da vida a mí.
O juntos somos sólo la idea del amor que, en soledad,
tenemos de él por generosidad y compasión hacia la humanidad.
No te sorprendas de mí si con la misma velocidad del mundo ideal
soy capaz de caer donde el mal y el placer tienen demasiadas raíces en común.
No conozco otra forma de amar que devorar,
estropeando la túnica limpia y pura de la belleza
que con diligencia se deja llevar
para esparcirla luego del rojo carmín que a todo hace palidecer y avergonzar.
Me deshago de alas y plumas, porque de nada sirve desear contigo una cuna entre las estrellas,
si para mantenerte anclado a la tierra, tengo que unirme en comunión ancestral con la noche.
Le daré la íntima confesión de escapar a la deriva...
Con esa parte intocable de ti que ha de ser el regalo singular por hacerme sentir viva.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Tomé la idea del amor, le he dado piernas,
brazos, miradas brillantes de curiosidades
pensamientos de delicada poesía.
Nunca sabré lo lejos o cerca de la verdad que estuve.
Lo he vivido con dolor, llanto, encanto, gozo.
He armado su apariencia abusando de su propia fuerza.
Insistí en su existencia.
Pero el amor, el bendito amor que se hace llamar con otro nombre,
¿Qué es?
La idea que tengo de ti, la idea de ti que me da vida a mí.
O juntos somos sólo la idea del amor que, en soledad,
tenemos de él por generosidad y compasión hacia la humanidad.
No te sorprendas de mí si con la misma velocidad del mundo ideal
soy capaz de caer donde el mal y el placer tienen demasiadas raíces en común.
No conozco otra forma de amar que devorar,
estropeando la túnica limpia y pura de la belleza
que con diligencia se deja llevar
para esparcirla luego del rojo carmín que a todo hace palidecer y avergonzar.
Me deshago de alas y plumas, porque de nada sirve desear contigo una cuna entre las estrellas,
si para mantenerte anclado a la tierra, tengo que unirme en comunión ancestral con la noche.
Le daré la íntima confesión de escapar a la deriva...
Con esa parte intocable de ti que ha de ser el regalo singular por hacerme sentir viva.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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