He tomado de la vida lo que he deseado, lo que he podido asir con mis propias manos.
Lo hago desde siempre, tú lo sabes bien.
Mi impulsividad siempre me ha inducido a probar
y a borrar lo que me hacía daño, pero fui totalmente constructiva contigo.
No rompí ni una prueba de tu paso por mi vida.
Apagar tu sonrisa habría significado apagar la mía.
Escapar habría querido decir borrarte, herirte, herirme,
destruirte, destruirme, hoy como ayer, ayer como siempre.

Eres un amor bello pero lleno de zarzas, del que no puedo salir indemne,
cuanto más me muevo, más me rasguña, tanto si te quedas dentro como si te alejas.
Tú eres mi problema y mi solución, eres el consuelo y la agonía.
Hay sentimientos que no prescriben.
No creo en los milagros, pero si todavía soy capaz de sorprenderme te lo debo a ti; y si realmente hay una justicia,
debería poder mirarte a los ojos
y al verte en el espejo como mi reflejo, sabría reconocer tu sombra colocada sobre mi, mientras nosotros caminamos inconscientes.
En otra parte nuestras sombras se besan lentamente.
Me hubiera gustado ser tu libro de historia.
No ha ocurrido y sin embargo, el final nunca nos ha dividido,
el final es sólo un círculo para nosotros,
es una paz estrellada que encuentro cada vez, todas las veces, una guía serena que me indica el camino y me lleva de vuelta, como siempre, anulando las distancias por ti.
Tú eres mi trago infinito de vida.
Tú, siempre el que llevo adentro, siempre lo que me falta.

Olga Maria Sain
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