Me derramé entre poemas, entre palabras pausadas,
con un quiebre en la ojiva de su intención,
Me derramé sobre seca arcilla hasta desparecer entre sus grietas.
Y todavía no se empapó su hondura.
Es un abismo sin huecos con pequeñas guaridas
que intentan atrapar rayos de luna.
Ya no hay saliva, ni lágrimas ni gotas de rocío para calmar la sed.
Un grito quizá que reseca aún más el fondo del barrizal.
Estertor, pasos indecisos, estéril llamada,
enjambre desorientado de nubes sin lluvia.
Nubarrones que se deshilan entre el musgo de los viejos árboles.
Me derramé en el desvío de miradas furtivas,
penitentes sin saber por qué.
El estigma de su olvido cambia formas en un laberinto de secas acequias, donde la sombra de la alambrada intenta simular regadíos de cosechas inexistentes.
Me derramé sobre la nada, en la nada, en lo que me estoy convirtiendo.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Me derramé sobre seca arcilla hasta desparecer entre sus grietas.
Y todavía no se empapó su hondura.
Es un abismo sin huecos con pequeñas guaridas
que intentan atrapar rayos de luna.
Ya no hay saliva, ni lágrimas ni gotas de rocío para calmar la sed.
Un grito quizá que reseca aún más el fondo del barrizal.
Estertor, pasos indecisos, estéril llamada,
enjambre desorientado de nubes sin lluvia.
Nubarrones que se deshilan entre el musgo de los viejos árboles.
Me derramé en el desvío de miradas furtivas,
penitentes sin saber por qué.
El estigma de su olvido cambia formas en un laberinto de secas acequias, donde la sombra de la alambrada intenta simular regadíos de cosechas inexistentes.
Me derramé sobre la nada, en la nada, en lo que me estoy convirtiendo.
Olga Maria Sain
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