La puerilidad restallante y ruidosa del hormiguero
y su bien ganado prestigio de racionalidad laboriosa
que tuvo que limar el colmillo
hasta la incruenta muela del herbívoro
enmascarar al lobo en infinitas caperucitas
aguzar la miopía en lugar de la agudeza
hasta llegar al monóculo templado
y al grueso cristal de los lentes,
abolir el lanudo enmarañado oscuro vello de los pechos
hasta la delicada escarcha de filos y jabones
de las curvas pulidas.
Empobrecido azar el del ahora
que librado a su sórdida carrera de obstáculos
soborna la razón de los mundonautas.
! Oh, carcoma de dura eternidad en sigilo imperturbable !
La incontaminada salud de una moral con alas rotas
que a escasos centímetros del suelo construye sus planetarios
su propia escala de alturas y longitudes, sus límpidas pirámides.
La secular certeza de que hay un arriba y un abajo
un adentro y un afuera
por poco que se cierren los ojos
y se descuelguen las cabezas
y que la noche no puede ser el infierno
ni la ciénaga puede ser el cielo.
! Oh, bella certeza que no necesita sextantes ni astrolabios !
Cenáculo de dioses caídos en fangos germinales
traman un desafío a la gravedad en sustitución de vuelo
y atraviesan el negro espejo cósmico
sin que nadie les devuelva un grito
ni otra cosa que la imagen invertida de su propia locura.

! Oh, bendita trampa la del Universo !

Olga Maria Sain
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