La tarde se disculpa de su tenue celaje,
apenas si atiende mi presencia, casi se cree esbozo de sí misma,
- yo le presto su condición con el trasfondo de un hechizo -
Le dejo que permanezca en mis hombros
como manos que apenas me rozan,
mezclo mi suspiro en su reserva,
el anhelo de ser ausente en las ramblas de su acomodo.
¿Una leyenda que voy tejiendo con hilos que tomé prestados
al ondear de su somnolencia?
Mezclo recuerdos con invenciones,
¿estás ahí amigo invisible que en un tiempo lejano me acompañaste?
Sólo son preguntas para convocar guiños que sorprendan lo razonable.
Desnudo la quietud hasta el centro de su volcán,
allá la devoción relampaguea exaltada.
Me dejo maniatar por su torbellino,
quiero ser prisionera en su embestida,
sacudirme así el polvo de los yermos caminos.
El zigzag del delirio hace piruetas
y yo aplaudo su pantomima.

Olga Maria Sain
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