Llevo el peso de esa huella, una leyenda que horada
el túnel que la vida se impuso explorar.
Misticismos que transgreden lo indecible, más allá de la lealtad.
Vasijas sin fondo para un continente donde sostener el océano de un alma en su espera.
Enciendo hogueras en los glaciares,
el humo se torna vaho congelado, domesticando el aliento.
La capa de seda se hizo mármol sobre mis hombros,
atuendo que me cubre.
Muerte: adorna con flores mis vagabundos pies amarrados a su destino.
Una prueba en la quimera al borde de un abismo,
acertijo en la voz de la esfinge.
Silencio... guardián de un imperio donde el eco busca el trueno para su último estertor.

Olga Maria Sain
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