Llueve sobre mis ojos cerrados.
A mi alrededor todo es oscuro,
Estoy dormida, creo.
No lloro, tengo un sueño intranquilo.
Mi cuerpo se retuerce,
el alma adentro apenas puede quedarse:
se siente prisionera, obligada.
Los días se suceden,
sin ningún cambio de tiempo ni emociones.
Estoy sola.
Ante mi se eleva una escalera muy alta.
No veo su final,
como incitada por ella, mi nombre resuena, me llama, me incita.
Voy a escapar y mi partida entre las sombras hará que el silencio me alcance
haciéndose ensordecedor mi otrora fiel compañero.
Una incesante necesidad de recostarme me ataca.
Estoy sintiendo el movimiento de mis dedos durante el sueño.
No puedo abrir los ojos, necesito salvarme.
Tengo que despertarme, volver a la vida...
Mientras que en vano pruebo todas las posibilidades para lograrlo,
me siento descarada, el final esté probablemente, próximo, muy cercano.
Nieva sobre mis ojos cerrados que libres ahora, hacen su entrada a escena.
Mis lágrimas son cristales anestesiando mis mejillas.
Son trozos fríos, hielo que corta como daga.
Sangre coagulada que cala y ensucia mi piel.
Ningún dolor me invade.
Mi cuerpo inanimado hace de escudo,
Me cubro con los recuerdos del pasado
¿ O los imagino ?
Tomo entre las manos mi corazón, lo aprieto,
como para esconderlo del inevitable dolor.
De tantos que no van a faltar, remordimientos inexorables e infinitos arrepentimientos.
Únicos culpables de esta noche interminable.

Olga Maria Sain
Derechos Reservados



Comentarios