Se repetía a sí misma que todo iría bien.
Y mientras se escuchaba ya estaba pastando en el viento.
Quemada llamó a la bestia de la tierra. Se nombró,
rompió los diques de la conciencia para perforar el vuelo
Los oráculos fueron capturados por tanta desolación.
Estaba hecha de agua.
Y el agua fluyó y se virtió al no drenar su fervor por la vida.
Como el agua que era no podía entender…
Era liquida, informe.
Y eso fue devastador.

Olga Maria Sain
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