El doble néctar de los pechos
se vierte en la copa del día
se levanta, yergue su vientre
entre las ramas del alerce.
Esa es la habitación que palpita
como una sien delicada.
Arriba está el cielo que inunda
a la mujer más hermosa del mundo
situada bajo la dulce mano tendida
de la bóveda azul y de los verdes.

Similar a helechos curvados
dentro de ti yace el misterio
de una carne al alma conquistada
como agua fresquísima que se extrae
lentamente del fondo del pozo.

Llegas.
Te cubres de un velo de vapor
que disimula tu sonrisa.
Tus dedos conocen el sistema
para despertarla y hacerla florecer
antes de dormirte, para luego perderla
en el bosque, como a una niña sin brújula.

Olga Maria Sain
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