Regálame tu musgo. Tus dientes. Tus huesos.
Tu aliento. Tu Sol. Tu aire. Tus pensamientos.
Tus dedos. Tus sombras. Tu sangre.
Te quiero.
Quiero tu mar. Quiero tus árboles. Quiero tus colores.
Quiero tus palabras. Quiero tus playas. Quiero tus visiones.
Quiero tu luz. Quiero tu pasión. Quiero tus silencios.
Quiero tu abismo.
Quiero todo esto.
Quiero aún más.
Quiero tu fuego.
La inmovilidad del aire. El hielo abrasador.
Una flor de cerezo. La quietud de la tierra.
El estremecimiento de tus cabellos.
El perfume de tu hombría.
Las lejanías que recorres, tus sueños recurrentes.
Los peces de coral que te acarician.
Las cascadas de la noche que te encierran
en la más profunda soledad.
Te quiero trepidante. Te quiero cálido. Te quiero desnudo,
entre los bambúes y los álamos, en el paisaje de los mirlos negros.
Toca mis ojos.
Mis calles y los segundos que representan la eternidad de la naturaleza.
Estas son las hojas.
Estos son mis ojos. Estos son los tuyos. Mundos submarinos.
Esta es la sangre del alfabeto.
Esta es una boca hambrienta de la sal sobre tus hombros.
Tómala mientras arde todavía.
Tómala largamente. Porque el tiempo no es importante,
ni siquiera los años, ni los lugares ni los modos.
Lo harás.
El viento está a punto de partir, busca y encuentra en un paisaje sombrío
el lugar donde estoy, donde te escribo.
Así puedes venir a visitarme. Conoces las soledades.
No ignoras los colores. Sientes el frío. Escuchas las olas.
A lo lejos sopla el viento a las nubes y a la hierba.
Permanece y parte. Canta y espera.
Regálame tus pasos. Regálame tu respiración.
Regálame tus noches. Las oscuras golondrinas de la alegría.
El vórtice de tus labios tan inalcanzables.
Los cuadernos en los cuales nunca escribes mi nombre.
Tu suspiro. Tu esperanza.
El crepúsculo donde te pierdes y nadie te encuentra,
ni en los libros ni bajo las mantas,
ni en un trozo de universo, nunca.
Regálame tu ausencia.
Olga Maria Sain
Derechos Reservados
Tu aliento. Tu Sol. Tu aire. Tus pensamientos.
Tus dedos. Tus sombras. Tu sangre.
Te quiero.
Quiero tu mar. Quiero tus árboles. Quiero tus colores.
Quiero tus palabras. Quiero tus playas. Quiero tus visiones.
Quiero tu luz. Quiero tu pasión. Quiero tus silencios.
Quiero tu abismo.
Quiero todo esto.
Quiero aún más.
Quiero tu fuego.
La inmovilidad del aire. El hielo abrasador.
Una flor de cerezo. La quietud de la tierra.
El estremecimiento de tus cabellos.
El perfume de tu hombría.
Las lejanías que recorres, tus sueños recurrentes.
Los peces de coral que te acarician.
Las cascadas de la noche que te encierran
en la más profunda soledad.
Te quiero trepidante. Te quiero cálido. Te quiero desnudo,
entre los bambúes y los álamos, en el paisaje de los mirlos negros.
Toca mis ojos.
Mis calles y los segundos que representan la eternidad de la naturaleza.
Estas son las hojas.
Estos son mis ojos. Estos son los tuyos. Mundos submarinos.
Esta es la sangre del alfabeto.
Esta es una boca hambrienta de la sal sobre tus hombros.
Tómala mientras arde todavía.
Tómala largamente. Porque el tiempo no es importante,
ni siquiera los años, ni los lugares ni los modos.
Lo harás.
El viento está a punto de partir, busca y encuentra en un paisaje sombrío
el lugar donde estoy, donde te escribo.
Así puedes venir a visitarme. Conoces las soledades.
No ignoras los colores. Sientes el frío. Escuchas las olas.
A lo lejos sopla el viento a las nubes y a la hierba.
Permanece y parte. Canta y espera.
Regálame tus pasos. Regálame tu respiración.
Regálame tus noches. Las oscuras golondrinas de la alegría.
El vórtice de tus labios tan inalcanzables.
Los cuadernos en los cuales nunca escribes mi nombre.
Tu suspiro. Tu esperanza.
El crepúsculo donde te pierdes y nadie te encuentra,
ni en los libros ni bajo las mantas,
ni en un trozo de universo, nunca.
Regálame tu ausencia.
Olga Maria Sain
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